miércoles, 26 de noviembre de 2008

La credibilidad del vino tinto


Podría hacer hoy una extensa y célebre oda al vino tinto, al vino rosado o incluso al blanco. Podría buscar la manera de ligar el texto con la foto (en realidad lo estoy haciendo), pero, sin embargo, no tengo motivo por hacerlo.

Podría buscar gloriosas palabras que describieran una noche de lujuria con aromas de sabores bucólicos, podría describir la esencia que me llega cuando me tomo una copichuela de alegre y fino vino de Navarra o La Rioja (aunque podemos ir a lo barato... ¿que tal un Don Simón?).

Quizás mi exquisito y lujurioso paladar brilla hoy por su infinita ausencia. Puede que mis palabras denoten cierta tristeza, cierto miedo, cierta inseguridad, cierto desespero o incluso cierto fracaso emocional.

Nada de esto debe suceder porqué nada de lo que vemos con los ojos tiene sentido (en un sentido figurado). Al igual que el vino, su aspecto puede ser hermoso a base de una cantidad innombrable de colorantes y conservantes, de extractos de uva, de aromas de vainilla... sin embargo solo podemos saber si vale la pena cuando abandonamos los ojos y nos centramos en oler su aroma y en degustarlo en nuestro paladar. Los ojos engañan, mienten y nos convierten en seres abominables y materialistas. Degustemos el placer en el paladar y no en la vista.

Puede que un ochenta por ciento de los que lean ese texto se sientan afortunados, puede que piensen que es otra de mis falsas metáforas creadas en cinco minutos. A lo mejor es cierto, a lo mejor es el otro veinte por ciento el que da crédito a mis palabras. Sea quién sea, nunca debemos dejar de expresarnos, a pesar de que muchas veces tendimos a exagerar y a manipular nuestros propios pensamientos. Comuníquense por favor!!!

"El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido" (Groucho Marx)

martes, 25 de noviembre de 2008

Retórica vacía del atardecer

Como si esperara que el espíritu santo bajara del cielo, o de allá dónde se encuentre, me siento de nuevo delante del ordenador. Tomo el último sorbo del café amargo, ya enfriado, y apago el cigarrillo que encendí apenas cinco minutos antes. Tengo hambre de escribir. Me pueden las ganas de argüir en la infinidad de profundos temas que hierven en mi mente. Necesito expresar mis ideas y escabullirme en el recóndito paraíso de la argumentación. A pesar de mis ansias, el denominado "horror vacui" se apodera con facilidad de mi. Miro por la ventana, como si quisiera preguntarle al cielo gris que invade la ciudad, con una actitud dominante e imponente que hiela y nutre el ambiente de ambiguas percepciones, qué debo hacer para llenar la copa vacía con un poco de inspiración añeja. Sin embargo, y tal como se podía esperar, no hay respuesta que me valga.

De repente me viene el recuerdo de aquella palabra que tanto amamos los que escribimos. La retórica. Divagando un poco en mi débil memoria, me acuerdo de los distinción que el sabio Aristóteles hizo entre la ciencia que demuestra sus tesis mediante demostraciones basadas en la certeza y la verdad, y el discurso persuasivo que se construye argumentando sobre probabilidades. Y es que el filósofo griego impulso en gran medida el arte de la retórica entendiendo como tal la utilización de pruebas distintas para persuadir a un público heterogéneo. No hay más, aquellos maravillosos griegos consiguieron convertir cualquier cuestión, por pequeña e insignificante que pudiera ser, en una magnífica y brillante tesis vacía de contenidos.

La extensa transición entre la inspiración propia de tomar el café y la desmotivación del atardecer, se ha ido diluyendo al mismo tiempo que el sol se ha puesto. No he conseguido el objetivo que tanto deseaba, no he plasmado por escrito todo aquello que quería decir. Quizás cuando deseas darte un baño de inspiración esta desaparece por naturaleza, se siente demasiado angustiada, hay un exceso de presión y prefiere ocultarse para salir en un momento más pausado. Salir a la calle y respirar, caminar y observar la gente que vuelve a casa después de cumplir con sus tareas. Esperan encontrar un descanso, quieren huir de su rutina diaria, sueñan con escapar, aunque tan solo sea por unos minutos, de la amarga realidad que nos imponen. Al margen de sus preocupaciones, me limito a caminar. Parece que ahora si, siento fuerzas para argumentar y expresar parte de lo que tengo en mente. ¿Porqué decimos que el teléfono "comunica" cuando no obtenemos respuesta?.

Un genio en la sombra

Está claro que no es precisamente una suerte haber nacido como músico al mismo tiempo que el alabado Bob Dylan. Sin embargo, a Neil Young (Toronto, 1945) nunca le afectó demasiado el haber tenido que caminar siempre a la sombra del de Minnesota, icono de aquella rebelde década de finales de los sesenta. Se dice que la historia no es siempre del todo justa, y es que a menudo los verdaderos genios no obtienen aquel reconocimiento que sin duda merecen, por lo menos en vida. La extensa y productiva trayectoria del canadiense ha sido reconocido con creces, pero nunca lo será suficiente si valoramos todo la riqueza que ha aportado al panorama musical.

Nunca fue, ni quiso ser, un ídolo para las adolescentes enloquecidas que con su incansable griterío y adulación sostienen la industria musical del fanatismo. Un hombre que, a sus más de sesenta años de edad, sigue construyendo y trazando los caminos del rock y del folk. Cercano pero a la vez autónomo, Neil Young ha sabido transmitir desde siempre, ya fuera con sus Buffalo Springfield, con Crosby, Stills y Nash o en solitario, esa esencia original de la música, sin colorantes ni conservantes, huyendo de las tendencias y las modas que imperan en el mercado discográfico. Con más de treinta álbumes publicados, Young constituye un referente para las generaciones de músicos que han surgido en las últimas décadas. Su versatilidad para mezclar armoniosamente el rock más clásico de la profunda América, el folk tradicional, el genuino country y una infinidad de estilos a los que ha sabido impregnar con su sello personal. Joyas como los discos Rust Never Sleeps (1979), Freedom (1989), la banda sonora de la brillante Dead Man (Jim Jarmusch, 1996) o el inteligente alegato contra el 11-S, Are you Passionate? (2002) forman parte ya de la historia de la música.

Neil Young se ha mostrado coherente con sus ideales, del mismo modo que con la música. Un personaje polifacético que, sin gritar ni hacer ruido, ha sido siempre fiel a sus principios. No en vano, podemos recordar que el pasado mes de octubre decidió anular un concierto en Los Ángeles, para mostrar su solidaridad con los trabajadores en huelga del recinto dónde tenía previsto actuar. Young nunca ha querido ser el centro de atención, algo que se refleja claramente con su vertiente de director de cine ocasional, y es que para no llamar la atención el canadiense utiliza el seudónimo de Bernard Shakey en sus incursiones en el séptimo arte. Podemos decir de él que es un genio digno de ser alabado, un idealista que convierte las utopías en realidades o una fuente inagotable de inspiración para la música. Comunicativo pero a la vez intimista, Young es uno de esos hombres que han marcado un punto de inflexión en el avance de la sociedad. Ataviado con su sombrero, soplando su inseparable armónica y tocando esos acordes que solo él sabe interpretar, Neil Young sigue desprendiendo sobre los escenarios toda su energía y calidez, aunque como solo saben hacer los grandes, con una humildad que no debería confundirse con la invisibilidad. El hombre que sabe estar, aunque solo se deja ver cuando es necesario, por lo demás se le escucha.

Perfumar el pasado

No hace muchos días que leí que las autoridades municipales de la ciudad india de Bombay han decidido neutralizar con perfume, la pestilencia que se desprende de sus dos vertederos, dónde cada día se abocan los miles de desechos que se generan en una de las urbes más pobladas de todo el planeta, con cerca de 18 millones de habitantes. La medida no debe sorprendernos demasiado, y es que la humanidad ha tendido desde siempre a tapar aquellas cosas que son molestas con "parches" o "chapuzas" que, lejos de arreglar la raíz del problema, solo convierten en invisible aquello que no nos apetece percibir. El resultado final es obvio. Nadie se acuerda del asunto hasta que este, que consigue pasar desapercibido por un tiempo, alcanza unas dimensiones alarmantes y de difícil resolución.

Al igual que los responsables municipales de Bombay, la Iglesia católica ha pedido ahora que la sociedad se olvide de las injustícias, asesinatos y aberraciones que se cometieron durante la guerra civil. La Conferencia Episcopal española, liderada por el incombustible Antonio María Rouco Varela, ha pedido ahora a la sociedad «el olvido» de todos los crímenes cometidos en una de las etapas más oscuras de la historia de España. Quizás es que los dirigentes eclesiásticos pretenden ahora perfumar su implicación directa en aquel golpe de estado que supuso el fin de una república democrática, puede que los obispos pretendan limpiar con colonia sus manos manchadas de la sangre de miles de personas que fueron fusiladas por el simple hecho de defender los valores de la paz, la libertad, la tolerancia y la igualdad, que son además la base real de la religión cristiana.

Hay que reconocer, y cualquier individuo que posea cierta cordura lo hará, que hubo injusticias en ambos lados de la guerra civil. Sin embargo los vencidos siempre son los que más castigo sufren, y con aproximadamente cuarenta años de dictadura franquista, tiempo tuvieron los vencedores de «limpiar» a sangre fría todo lo que para ellos suponía un peligro. Los obispos, como es tradición, ejercen ahora su doble juego moral. Por un lado piden que la sociedad se olvide de la memoria historica, y por el otro siguen con sus procesos de beatificación y santificación de los mártires del bando nacional. Deberían reflexionar las autoridades católicas y, antes de pensar el olvido, aceptar su culpa y reparar, en la medida de lo posible, los daños perpetrados en el pasado. Está claro que es preferible darse una buena ducha con jabón antes de impregnar todo el cuerpo de desodorante.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Elecciones en San Marino

Con la resaca que nos han dejado con el largo y entretenido proceso electoral en Estados Unidos, seguro que todo el mundo ha pasado por alto las recientes elecciones celebradas en San Marino, el tercer estado más pequeño de Europa y el quinto del planeta, siendo también la república institucional más antigua del mundo. Esta minúscula república, con una superficie de 61 Km2 y poco más de 30.000 habitantes, mantiene una estrecha relación con la Italia que la alberga. El pasado 9 de noviembre, se celebraron los comicios para elegir los sesenta diputados que ocuparan el Gran Consejo de San Marino para la nueva legislatura. Y es que, además de del idioma y un sinfín de costumbres y sistemas propios de sus vecinos italianos, San Marino comparte también la inestable y peculiar política transalpina. Debido a las disputas y traiciones entre partidos, los habitantes del estado han tenido que acudir a las urnas anticipadamente, ya que las últimas elecciones se celebraron hace apenas dos años. La opción de centro-derecha se ha erigido ganadora, aunque las garantías de estabilidad son pocas.















Seguramente, tampoco sea muy relevante para el mundo global el saber como se llama el nuevo secretario de Estado para Asuntos Exteriores, cargo más alto de la administración política del enclavamiento, ni qué planes tiene en mente el partido ganador de los comicios (Pacto para San Marino PpSM). Los sanmarineses seguirán como hasta ahora, con la mayor parte de sus ingresos procedentes del turismo y dependiendo, en gran medida, de lo que en Italia se decida. Observamos distancias inalcanzables al comparar la importancia de los comicios en Estados Unidos y la victoria de Barack Obama, con la escasa atención que nadie ha prestado a las elecciones de la diminuta república situada al pie del Monte Titano.

Un nombre mediático en lo deportivo

El nombre de esta minúscula república que, aún siendo independiente mantiene lazos muy estrechos con la Italia que la alberga en su territorio, les sonará a muchos gracias a sus campeonatos de Formula 1 y de motos. Hay que especificar pero, que ninguno de los dos premios que llevan el nombre del país se realiza dentro de las mismas fronteras, sino en las cercanas inmediaciones italianas de Imola y Misano respectivamente.

San Marino también resta guardada en la memoria de muchos aficionados al fútbol por esas goleadas que cualquier selección es capaz de endosarle a su débil selección nacional. Un combinado integrado por el panadero, el herrero, el policía, el pintor y otros tantos hombres aficionados al fútbol, pero que tienen el privilegio de poder defender los colores de su país. En su historial figura tan solo una victoria, ante la no menos prestigiosa selección de Liechtenstein. Aunque eso si, el equipo de San Marino posee el récord del gol más rápido de la historia de una Copa del Mundo, anotado en un partido contra Inglaterra correspondiente a la fase de clasificación para los Mundiales de Estados Unidos de 1994. Un tal Davide Gualtieri marcó gol en tan sólo 8 segundos de juego, aunque el equipo acabó perdiendo por un contundente 1-7.

Un lugar desconocido y ambiguo fundado, según se cuenta en la tradición popular, en el año 301 por un cristiano que huía de las persecuciones promulgadas por el imperio romano. Un país que pasa desapercibido para el resto del mundo. Un lugar recogido que ha conseguido resistir a miles de agresiones. Un estado que, aún siendo semi independiente, no tiene idioma propio y carece de hostilidades nacionalistas. Un sitio pequeño que contrasta con la magnitud feroz que predomina en el mundo actual. Solo hace falta echar una mirada a su principal medio de comunicación escrito en versión digital, El San Marino Notizie, para darse cuenta del abismo que existe entre el mundo contemporáneo que avanza a una velocidad vertiginosa, y este pequeño estado que parece, en ciertos aspectos, anclado en tiempos remotos. Un paraje curioso y desconocido, lleno de pequeños detalles que nos hacen intuir una realidad con la que casi nunca pensamos.

martes, 11 de noviembre de 2008

Andando entre paredes

Existe una notable diferencia entre desplazarse en coche o hacerlo a pie. Si, es de suponer que no hay que ser una eminencia para llegar a tal conclusión, sin embargo la mayor parte de la sociedad se decanta por trasladarse en coche, ya sea para hacer sus tareas o bien para huir de la rutina de cada día, esta que nos quita las ganas de ser o hacer aquello que algún día soñamos. Quizás esto pueda parecer un vulgar escrito propio de alguien sin inspiración, y puede que sea verdad. Supongamos, pero, que no es así. Imaginemos la comparación como si de una metáfora se tratara. Ir en coche es fácil, rápido, directo y hasta puede llegar a ser excitante. Andar puede resultar cansado, da pereza y tardas mucho más en llegar adónde deseas ir pero, tiene una ventaja: puedes apreciar con más facilidad todos aquellos detalles que te cruzas.



¿Quién no ha pensado alguna vez en perderse entre las calles?. Estoy convencido de que casi todo el mundo ha tenido la intención de hacerlo. Caminar, decidir adónde quieres ir, descubrir lugares de ensueño que, de otra forma, nunca hubieras podido ver, pensar y, en definitiva, adentrarse en la verdadera esencia de la sociedad, a modo casi empírico. Nunca conocerás verdaderamente una ciudad, hasta que no te pierdas por sus rincones más ocultos, por sus calles llenas de tiendas, observando la gente, entrando en sus comercios, deleitándose con esta esencia real, a menudo llena de matices invisibles, que los museos y rutas turísticas jamás te van a contar. Las autopistas se saturan de automóviles que quieren ir deprisa, llegar a tiempo, adelantar al vecino o vacilar a los demás. Las pequeñas calles, en cambio, ofrecen alternativas, abriendo sus paredes para que los visitantes, encuentren mágicos lugares que nunca buscaron.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Backyard Babies: rock'n roll made in Suecia


Se dice, dentro de los círculos más conservadores y apocalípticos del controvertido mundo de la música, que el rock'n roll está muerto y enterrado desde hace años. Muchos críticos, especialistas, productores y aficionados sostienen que es ya imposible ser original sin recurrir a la herencia que dejaron otros. Quizás lleven cierta razón, pues ni los mismísimos Led Zeppelin fueron en realidad tan geniales como se les considera, pues componían sus canciones siguiendo las pautas establecidas por otros músicos que quizás no gozaron del prestigio y el poder mediático que ellos tuvieron. La verdad es que tampoco vamos a entrar ahora en un tema que daría para escribir miles de libros y analizar centenares de perspectivas, a simple vista, antagónicas.

Los suecos Backyard Babies, una ya veterana formación de rock surgida de la inagotable cantera que posee este pequeño país, muchas veces a la sombra de la mediática escena británica, volvieron a Barcelona dos años después de su última visita. Con más de una década sobre los escenarios, Nicke Borg y los suyos tenían más ganas que nunca de sentar cátedra en la ciudad condal. Y la verdad es que lo hicieron. Los suecos deleitaron al numeroso público que llenó la Sala Bikini ofreciendo una verdadera lección magistral sobre como tocar autentico rock escandinavo sin morir en el intento. La banda presentó en directo su trabajo Fuck off and die (Deja de joder y muérete), un título que parece ser un mensaje a todos aquellos apocalípticos que de tanto hablar del pasado, no se detienen a escuchar el presente.

Los de Nassjö aparecieron en el escenario con media hora de retraso, después de la actuación de unos prescindibles teloneros, los también suecos Bullet que mostraron falta de ritmo pareciendo más bien una mala imitación de los reyes del hard rock, ACDC. Ante un público heterogéneo, entre chaquetas de piel, zapatillas converse, botas y otra indumentaria, en el que destacaban algunos nórdicos forzudos y medio enloquecidos, Backyard Babies desengranó poco a poco, pero sin concesiones, un repertorio sólido y brillante que nos mostró sus exquisitas variaciones estilísticas, partiendo del punk y dejándose seducir por el garage, el heavy y el rock más fresco y natural. Temazos como Minus CelsiusDysfunctional Professional, Look at you o Fuck off and die hicieron vibrar a un público entregado desde el inicio de la actuación y pusieron de manifiesto, con el método más empírico y factible, que el rock'n roll sigue más vivo que nunca.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El fin de la tragicomedia de Bush

Escribió William Shakespeare en su magnífica tragedia Hamlet: "Something is rotten in the state of Denmark (Algo está podrido en el estado de Dinamarca)". El alabado dramaturgo escribió esta frase, muy obvia a simple vista, refiriéndose no solo a la política, sino también a la situación temporal en la que se encuentra cada cosa. Cuando algo está podrido, es imposible invertir su proceso y salvarlo, por lo que tomaremos esta calificación como una metáfora para referirnos a la gran nación norteamericana.

Los Estados Unidos, el país de la libertad y la igualdad, la joven nación que domina económicamente y culturalmente a todo el planeta, el paradigma de la patria poderosa se encuentra en una situación histórica que algunos van a definir como putrefacta y otros como esperanzadora. La era de George W. Bush ha terminado, aunque lamentablemente se irá de la Casa Blanca después de agotar sus dos mandatos y sin que nadie le haya podido echar antes. Ni Al Gore, ni John Kerry, ni Michael Moore con sus documentales, ni Sean Penn, ni el activismo de Bruce Springsteen, James Taylor, Pearl Jam, Dixie Chicks, Jackson Browne, REM o Ben Harper entre otros, con su plataforma Vota por el Cambio, ni los dos discos Rock Against Bush, sacados por la coalición de bandas de punk-rock lideradas por NOFX y Green Day, ni las mentiras ocultas que la administración republicana utilizó para invadir Iraq. Nadie consiguió terminar con la tormenta que ha traído consecuencias catastróficas para el país, y por defecto, para todo el mundo.

La crisis económica hace estragos en la sociedad, el anunciado cambio climático va dejando de ser algo lejano al que todos tememos para convertirse en una realidad que afecta nuestras vidas y, en conclusión, el capitalismo y el liberalismo como sistemas eficaces y equilibrados quedan en entredicho porque nunca puede ser bueno que el dinero vaya por delante de las personas. Algunos os preguntaréis si todo esto tiene tanto que ver con Bush y su mandato, y la verdad es que aparentemente se nos inculca que todos somos culpables de los males del mundo, que todos deberíamos reciclar para fomentar un equilibrio ecológico, que con nuestro consumo potenciamos este sistema y que gracias al capitalismo tenemos todo lo que tenemos. No es momento para debatir sobre si el capitalismo es o no el sistema ideal, pero lo que está claro es que quien "corta el bacalao" y controla el mundo es Estados Unidos, su sistema político, sus empresas y sus ansias por querer más y más. La "americanización" es un hecho.

El hambre de construir una nueva realidad ha hecho reaccionar a la sociedad, y es que hemos asistido a un período que ha desestabilizado por completo el mundo. Tanta expectación hay entorno a las elecciones, que incluso la famosa cadena de cafeterías Starbucks ha prometido invitar a un café a todos aquellos que voten, a quien sea, pero que voten. Obama ha lanzado, en su último discurso electoral, un mensaje de optimismo diciendo que "estamos a un día de cambiar América". Puede que por fin el anhelado sueño americano cambie sus directrices para dirigirse hacia una realidad sostenible, aunque por supuesto, nunca será perfecta.