viernes, 16 de noviembre de 2012

¿Hasta cuando?

Otra muerte por suicidio en medio de un desahucio. Esta vez en Córdoba. Otra víctima más de la política especulativa del gobierno de Mariano Rajoy. Otro cadáver al que los bancos, la corrupción y un sistema inhumano no darán sepultura. El ministro de economía español sigue empeñado en explicarnos que debemos aceptar los «sacrificios» porque estos nos van a salvar, nadie sabe cuando, de la actual situación económica. Una conjetura que el pueblo llano no entiende ni comprende. Una recesión absurda que conlleva a recortar y explotar solo para poder pagar los intereses de unos préstamos que, a día de hoy, pocos saben de dónde vienen ni a dónde van. El gobierno español, al igual que la señora Merkel y toda esa panda de cómplices, directos u indirectos, de esta barbarie siguen en sus trece, pidiendo sacrificios a la ciudadanía. Ellos nos lo justifican como aquel padre que le niega la merienda a su hijo para que el niño adelgace. Hipocresía que conlleva hartazgo y desesperación. Los «sacrificios» son eufemismos violentos que conllevan muerte y destrucción, no solo del presente, sino también del futuro. ¿Hasta cuando?

jueves, 11 de octubre de 2012

Dícese por ahí... (La mayoría silenciosa)

Dícese que hay en España una sociedad integrada por millones de personas que no se quejan, no protestan, no opinan ni se unen a ninguna protesta social. Dícese que existe una enorme masa social que apoya al gobierno de Mariano Rajoy y sus políticas de recortes. Dícese que a toda esta gente nada le importa que el ejecutivo popular elimine todos sus derechos, les hipoteque el futuro, les deje morir lentamente destruyendo la sanidad pública y hunda en el más absoluto analfabetismo a sus hijos y nietos, quebrantando aquel derecho por el cual todo ser humano tiene derecho a una educación libre y de calidad. Dícese que existen y se quedan en su casa, si es que el banco que el gobierno ha subvencionado con fondos públicos no se la ha quitado aún, siguiendo atentamente todos los discursos del líder conservador, aplaudiendo todas las medidas de «austeridad» que imponen los dioses germánicos. Dícese que la libertad del pueblo es tan solo una utopía que persiguen los vagos y mediocres que salen a la calle a interrumpir y obstaculizar el normal desarrollo de la dictadura democrática española. Dícese que esa minoría actúa con extrema violencia contra las pacíficas hordas de los cuerpos de seguridad del Estado.

Dícese, entre esta pequeña minoría revolucionaria y marxista leninista, que los políticos se han olvidado de cual es su función mientras se dedican a robar derechos y libertades, extorsionanar a los más desfavorecidos, subvencionando a quién más tiene, exterminando el futuro de todo un pueblo al que, al mismo tiempo, asesinan lentamente mientras se ríen a carcajadas entre sus lujosos despachos. Dícese que Mariano Rajoy considera que «la mayoría» es el 1% de los españoles (incluyendo políticos corruptos, banqueros y poderosos hombres de negocios sin escrúpulos).

Dícese en mi escalera, que Rajoy debería aprender matemáticas, puesto que la mayoría es el 99%, y de silenciosa poco tiene. Dícese que la palabra democracia se parece demasiado a tecnocracia dictatorial y que el mundo necesita, urgentemente, un profundo cambio estructural y mental. 

martes, 4 de septiembre de 2012

Lágrimas, fútbol y dinero

Que los futbolistas profesionales viven en otra dimensión, que poco, o nada tiene que ver con la realidad del resto de ciudadanos, es algo de lo que hace tiempo que no me cabe la menor duda. No parece, tampoco, que la sociedad se irrite demasiado al ver como esos deportistas de élite cobran millones y millones, aún cuando la miseria y el paro se ceban con el pueblo. Héroes o villanos. Depende de cuantos más goles marquen, aunque siempre existe aquel estúpido adjetivo, utilizado en algunos medios de comunicación, que alaban la solidaridad y el compromiso de esos jóvenes privilegiados, cuando se prestan a jugar uno de esos partidos organizados por alguna organización benéfica, en el que la recaudación de taquilla, es decir, el dinero que los aficionados al fútbol invierten en comprar las entradas, se destina, presuntamente, a una causa benéfica.

Máscaras fuera. Alguien que cobra millones por temporada, que trabaja relativamente poco, que vive en el lujo permanente, que no duda en comprar más de diez automóviles y que se vende, casi siempre, a quien le pague una ficha más alta, no puede ser considerado solidario. Consideraciones aparte, las palabras del astro del Real Madrid Cristiano Ronaldo, admitiendo que no celebra los goles porque está «triste», no son más que otro insulto a los ciudadanos de la calle. Lo peor de todo es que puede que el portugués haya sido sincero, puesto que como ya dije al principio, vive en un planeta que nada tiene que ver con la realidad.

La estrella merengue es joven, cobra más de 10 millones de euros al año, vive como quiere y les espera un futuro más que tranquilo. No hace falta contar que muchos ciudadanos viven al límite, con sueldos miserables, si es que tienen la suerte de contar con un empleo, con unos horarios de trabajo que no siempre les facilitan conciliar su vida laboral con la familiar, y con un futuro más que incierto. Parece asombroso que Ronaldo tenga la capacidad de soltar sandeces como la de que está triste. Tenga las razones que tenga, el portugués debería aprender a callar la boca, como mínimo.

martes, 17 de julio de 2012

La mentira no es el camino

Hipocresía, ilegitimidad, incumplimiento de las promesas electorales, falsedad de datos, incoherencia, chulería, impertinencia, mentiras, poca humanidad y un sinfín de adjetivos son los que definen la política que el señor Mariano Rajoy, presidente del gobierno español, ha ejercido desde que llegó a la Moncloa a finales del pasado año. Bajo la promesa de arreglar la difícil situación económica mediante una fórmula mágica, que a lo largo de su campaña electoral no quiso hacer pública, este señor está hundiendo el país con una serie de reformas incomprensibles que suponen un golpe de estado al concepto de solidaridad social, justicia y bienestar o, dicho de otro modo, eliminan todo equilibrio, ya de por sí frágil, entre la riqueza y la pobreza, destruyendo la igualdad de oportunidades y el derecho a vivir lo más digno posible. Nada nuevo, en el fondo, aunque poco esperábamos que la política reaccionaria del Partido Popular se volviese tan agria y amarga, tan prepotente y anti-democrática, tan inviable y absurda.

Para empezar impulsaron una reforma laboral que, tal cual, pretendía acabar con el paro facilitando el despido y recortando todos los derechos del trabajador. Siguieron con el tira y afloja en la cuestión de Bankia. Negando el rescate a primera instancia para terminar admitiendo que lo iban a pedir, aunque, en sus palabras, solo para los bancos. Aseguraron que ese rescate no afectaría, bajo ningún concepto, los servicios públicos básicos. En definitiva, que los ciudadanos no tendrían que pagar el saneamiento de unas entidades bancarias, cuyos responsables no supieron gestionar, si bien en algunos casos, malversaron su dinero. Al final, terminaron por aprobar un salvaje e inhumano conjunto de medidas «de ahorro» que, aunque ellos no quieran explicarlo, servirán para que el señor Rato y sus secuaces se vayan tranquilos, con los bolsillos llenos, después provocar, en buena medida, la actual crisis que vive el país, pasando su deuda privada al estado. De lo poco que el señor Rajoy prometió en su campaña electoral, a todos nos quedó claro que el IVA no se iba a tocar. Hicieron carteles y campañas contra la subida de impuestos y personajes como Esperanza Aguirre abanderaron la propaganda. Al final lo han subido y de forma alarmante y nada realista, ante la situación que vive el país, puesto que abocará muchos comercios y pequeñas empresas al cierre inmediato. Sin hablar de la brillante idea de quitar a los funcionarios la paga de navidad. Una medida patética que no hará más que perjudicar el consumo en unos días muy importantes para ciertos sectores, como el de los turrones o, principalmente, el de los juguetes.

Parece una broma, pero por si no fuese poco, el señor Rajoy se mofó de los desempleados, un sector lamentablemente en alza en nuestro país, reduciendo el subsidio por desempleo a la mitad después de seis meses, con el estúpido fin de «incentivar la búsqueda activa de empleo». Un chiste malo y repugnante, si tenemos en cuenta que son millones los que se levantan pronto todas las mañanas para ir a buscar un nuevo empleo, puesto que tienen una familia. Poco más hay que decir acerca de los recortes. Un concepto que, con la experiencia vivida en muchos países, se ha demostrado inútil para arreglar ningún problema. Con la crisis todo parece justificable y necesario. El ejecutivo popular detalla, aunque en ocasiones oculta, sus recortes argumentando que es la única solución y el camino a seguir, que todos debemos arrimar el hombro.... palabras sin sentido que solo hacen que poner de manifiesto la insensatez de un grupo de personas que no parece que vivan en el mundo real. Hablan de los ajustes, o de apretarse el cinturón, como si un padre a su hijo le bajara la paga semanal, como si todo se redujera a salir a cenar un día en vez de hacerlo el viernes y el sábado. Palabras huecas que tratan de justificar lo injustificable y que hunden el país en el pesimismo y lo que es peor, unas expectativas de futuro nada buenas. Medidas que empobrecen al que menos tiene, haciéndole pagar los que unos cuantos han destruido, mientras protege a banqueros y políticos corruptos, y no considera una obviedad: aumentar impuestos a quien más tiene no perjudica a nadie y consigue unos ingresos públicos nada despreciables. Ojalá sean coherentes, aunque solo por una vez, y convoquen inmediatamente elecciones anticipadas. Lo que está claro es que este no es el camino.

martes, 15 de mayo de 2012

Las sombras sin luces de Tim Burton

Sombras tenebrosas (Dark Shadows) se puede explicar como una mezcla facilona a base de colorantes (de exquisita calidad, como no podía ser de otra forma siendo un producto horneado por el gran Tim Burton), con un final basado descaradamente en otro refrito de la talla de Crepúsculo (el amor vampírico y la necesidad de convertirse para que este sea eterno e incluso la aparición espectacular de un híbrido entre mujer y lobo). El espectador también podrá encontrar otras referencias a filmes como La muerte os sienta tan bien (la mala de la película busca la juventud eterna mediante la brujería) o La Familia Adams (el caserío tenebroso y la presentación de la peculiar familia Collins), entre muchas otras. 

Un producto divertido para una tarde de domingo (se recomienda comprar un menú de palomitas y un vaso grande refresco), pero decepcionante para quien espere asistir a otro espectáculo de fuegos artificiales «made in Tim Burton». Lo bueno, que Johnny Depp da la talla, como era de esperar, aunque se acerca más al sobre-explotado humor del Capitán Jack Sparrow de Piratas del Caribe que no al enorme William Blake de Dead Man, obra maestra de Jim Jarmusch. Le falta ambición y le sobra maquillaje, aunque como producto comercial / familiar, seguro que funciona a la perfección. Y no se puede negar que tiene una serie de escenas dignas de carcajada. Pero, le falta....

miércoles, 9 de mayo de 2012

Sacrificios ancestrales

Hay que matar a una virgen de la comunidad para que los dioses hagan que llueva y el suelo sea fértil. Así de simple lo veían las tribus ancestrales, hace cientos, miles o, tal vez, millones de años. Sacrificar significaba, literalmente, matar a un individuo, esperando que de esta forma, a cual regalo para los dioses, las condiciones climáticas favorecieran el desarrollo de una comunidad. Creía que tan crueles formas de avanzar habían quedado relegadas con el avance social. Las condiciones sociales y laborales han experimentado, en un largo proceso de lucha dolorosa, un enorme cambio que nos ha permitido ser más humanos. Los niños ya no tienen que trabajar en las fábricas, los obreros tienen derechos y una jornada laboral más digna que les permite compaginar su labor con su vida familiar. Ahora lo vemos lógico, aunque dos siglos atrás la igualdad, la dignidad o los derechos humanos eran conceptos más bien desconocidos para la mayor parte de la sociedad.

Los gobiernos del siglo XXI parecen empeñados en recuperar las viejas tradiciones ancestrales. Piden (entiéndase como un eufemismo que se traduce en obligación) a la sociedad que haga sacrificios, que se estrechen el cinturón y que confíen en su labor.  Sacrificios que me recuerdan, muchísimo, a los de las tribus. Cierto, ahora no vamos a sacrificar a ninguna niña virgen en un altar, ni tampoco bailaremos una danza para pedirle al cielo que llueva. No. Ahora los sacrificios pasan por desmontar la sanidad pública (poniendo en peligro la salud, e incluso, las vidas de miles de personas) recortando su presupuesto. Ahora se quiere sacrificar la enseñanza pública, es decir, abolir aquel derecho universal que dice que todo el mundo debe tener la posibilidad de acudir a la escuela y formarse, con el fin de que en un futuro pueda aportar su granito de arena al crecimiento. Ahora el sacrificio pasa por dejar a millones de personas, familias enteras, al margen de la dignidad humana. Gente sin trabajo, sin dinero, sin ayudas sociales y cuyo futuro carecerá de cualquier tipo de esperanza de prosperar. Y para los que tengan el privilegio de trabajar: menos derechos, más precariedad y una reforma laboral que les impone muchas obligaciones y les quita todos los derechos.

Todo se justifica por "el actual contexto económico". Una situación fabricada por un sistema financiero corrupto que ha trivializado, como quien juega a ese conocido juego de mesa llamado Monopoli, con el dinero de toda una sociedad y que, al ver que la partida ha tomado un rumbo incierto y equivocado, ha decidido hipotecar la justicia social, los sueños, los ahorros y la dignidad del 99% de los trabajadores, es decir, del pueblo llano. El objetivo es sencillo. Los mercados, que serían la reencarnación de aquellos malignos dioses ancestrales que antaño pedían la vida de una niña de la tribu a cambio de conceder un mes de lluvia, gobiernan en la dictadura que ellos mismos han fabricado. Un golpe de estado ilegitimo al que los políticos sucumben sin oponer resistencia alguna. No en vano, los líderes gubernamentales mantienen suculentos negocios con las entidades financieras, en un complicado entramado en el que unos se retroalimentan de los otros.  

El último ejemplo en España lo deja claro. El ejecutivo del señor Rajoy tiene previsto inyectar un mínimo de 7.000 millones de euros al conglomerado de cajas de ahorros que se han unificado bajo el nombre de Bankia. Un dinero que hace poco el mismo gobierno dijo que quitaría de los presupuestos de educación, sanidad e investigación, puesto que el agujero de la deuda española era de un tamaño desproporcionado. Una cantidad que se suponía que era necesaria ahorrar porque así lo pedían las divinidades, o los mercados. Un dinero que ahora se inyectará a una entidad financiera que ha malbaratado sus recursos, si es que es que los datos son reales, mientras sus directivos seguirán cobrando unas cantidades astronómicas en concepto de sueldos, indemnizaciones y/o compensaciones.

Evidentemente nada es tan fácil, ni tan complicado. Los que aplican esas medidas se empeñan en convencer a una masa social, a la que desprecian al igual que el conde medieval hacía con la gente que trabajaba de sol a sol sus tierras, que todas esas medidas son necesarias y que no hay otro camino a seguir. También argüirán las excusas que sean necesarias para justificar la inyección de dinero público a Bankia. Ya han llegado a decir que no se trata de dinero público, aunque no han especificado, por consiguiente, de dónde salen esos 7.000 millones de euros. Mentiras, desprecio, hipocresía y una falta total de coherencia que sirven para mantener una dictadura cruel y narcisista.

¿De verdad alguien cree que para salir de esa situación a la que llaman crisis hay que fomentar el paro, destruir los servicios sociales básicos, acabar con la democracia y financiar las partidas de póquer del sistema financiero? Yo, sin duda, no.