sábado, 3 de octubre de 2009

La lechera y su "corazonada"

Dice la fábula que había una vez una lechera que iba de camino al pueblo con un cántaro de leche para vender en el mercado. Andando por el camino la joven se puso a imaginar qué haría con el dinero que obtendría de la venta de la leche. Pensó que con el dinero que le darían en el mercado unos huevos se podría comprar para sacar con ellos cien pollos que, después de venderlos, le darían dinero suficiente para comprar unos cochinos. Imaginó finalmente la lechera que, gracias al cántaro de leche, llegaría a tener una bonita granja en la que vivir. De tanto imaginar la joven no prestó atención a las piedras que en el camino había, de modo que de repente tropezó. En un instante todos sus sueños se desvanecieron y la pobre lechera a su casa tuvo que regresar sin leche y sin dinero.

Al igual que la joven lechera, los responsables de la candidatura olímpica Madrid 2016 tuvieron la mala idea de agarrarse a un sueño y creérselo sin ser conscientes de cual era la realidad. Con el "tengo una corazonada" como eslogan, recuperaron esa prepotencia tan característica en nuestro país. Recordar solo aquellos mundiales de fútbol en los que la selección nunca pasó de cuartos de final, aunque toda la maquinaria de los medios de comunicación daban por hecho que no había rival con entidad suficiente para vencer a "la roja". Quizás sea por aquel glorioso pasado colonial que con tanto orgullo se cuenta en los libros de historia o simplemente esa insistencia en querer emular al célebre Don Quijote de la Mancha, que con enorme valentía desafió a los viejos molinos de los campos castellanos. Los juegos olímpicos de 2016 se fueron a la brasileña Río de Janeiro, en una decisión bastante lógica y previsible si tenemos en cuenta que nunca se habían celebrado en América del Sur.

Cabizbajos y enojados por la decisión del comité olímpico, los representantes de la candidatura abandonaron Copenhague y volvieron a Madrid. Sus corazones dejaron de latir de golpe aunque, eso si, advirtiendo que había sido un error conceder los juegos a Río. Síntomas evidentes de males perdedores para una delegación que se dejó en esa candidatura nada más ni nada menos que 37'8 millones de euros. Un dinero que bien se podría haber invertido en ayudar a remontar la economía del país. Un dinero que al igual que la leche del cántaro de la chica de la fábula se derramó por el suelo evaporándose para siempre.


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