miércoles, 19 de enero de 2011

La tormenta roja

Rayos de ilusión, truenos de esperanza y unas dulces gotas de imaginación abstracta. Aquellas nubes rojizas parecían acercarse lentamente y sin prisas hacia nuestros destinos. El murmuro de la gente se notaba en el ambiente. Una sensación de incertidumbre les invadía sin remedio. Y es que hacía años que no se veía un fenómeno como aquel. La mala suerte, el olvido y tal vez la inusual tristeza que el viento acostumbraba a transportar todos los días habían sembrado de semillas negras todo el poblado a lo largo de siglos y siglos. ¿Quien puede olvidar la melancolía de una noche como aquella? Bebiendo bohemia y fábulas envidiables los infelices habitantes de aquel lugar esperaban que llegara la tormenta perfecta. Llegó, aunque tardó más de lo previsto. Gemidos abstractos se mezclaron con la idiosincrasia de la felicidad más absurda. Llovió sin pausa y las flores volvieron a nacer. Un espectáculo que, seguramente, jamás volveré a presenciar. Una tormenta roja de pasión que hizo nacer, al fin, un campo de belleza invisible en el que todos los temores se convirtieron en orgasmos naturales.

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