Que los futbolistas profesionales viven en otra dimensión, que poco, o
nada tiene que ver con la realidad del resto de ciudadanos, es algo de
lo que hace tiempo que no me cabe la menor duda. No parece, tampoco, que
la sociedad se irrite demasiado al ver como esos deportistas de élite
cobran millones y millones, aún cuando la miseria y el paro se ceban con
el pueblo. Héroes o villanos. Depende de cuantos más goles marquen,
aunque siempre existe aquel estúpido adjetivo, utilizado en algunos
medios de comunicación, que alaban la solidaridad y el compromiso de
esos jóvenes privilegiados, cuando se prestan a jugar uno de esos
partidos organizados por alguna organización benéfica, en el que la
recaudación de taquilla, es decir, el dinero que los aficionados al
fútbol invierten en comprar las entradas, se destina, presuntamente, a
una causa benéfica.
Máscaras fuera. Alguien que cobra millones por
temporada, que trabaja relativamente poco, que vive en el lujo
permanente, que no duda en comprar más de diez automóviles y que se
vende, casi siempre, a quien le pague una ficha más alta, no puede ser
considerado solidario. Consideraciones aparte, las palabras del astro
del Real Madrid Cristiano Ronaldo, admitiendo que no celebra los goles
porque está «triste», no son más que otro insulto a los ciudadanos de la
calle. Lo peor de todo es que puede que el portugués haya sido sincero,
puesto que como ya dije al principio, vive en un planeta que nada tiene
que ver con la realidad.
La estrella merengue es joven, cobra
más de 10 millones de euros al año, vive como quiere y les espera un
futuro más que tranquilo. No hace falta contar que muchos ciudadanos
viven al límite, con sueldos miserables, si es que tienen la suerte de
contar con un empleo, con unos horarios de trabajo que no siempre les
facilitan conciliar su vida laboral con la familiar, y con un futuro más
que incierto. Parece asombroso que Ronaldo tenga la capacidad de soltar
sandeces como la de que está triste. Tenga las razones que tenga, el
portugués debería aprender a callar la boca, como mínimo.
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