Hace tiempo que existe, en nuestro pequeño y gigantesco mundo, una
conspiración para acabar con la libre creatividad y con la grandeza de
uno de los mejores inventos que la humanidad ha llegado a crear a lo
largo de la historia. La música, ese peculiar psicólogo que siempre está
a nuestro lado para ayudarnos a decidir y a pensar, a reflexionar y a
creer, a reír y a llorar, y en definitiva, a ser quién somos o dejamos
de ser.
Parece que la sociedad de masas empieza a tener miedo,
terror a desaparecer o a que los individuos empiecen a pensar por si
mismos, gracias a los notables avances tecnológicos existentes hoy en
día. La piratería! ese gran enemigo que al contrario de lo que se dice,
no perjudica al artista sino que elimina a los intermediarios que hasta
hoy se forraban por no hacer nada. Me explico. La música tal y como la
entendemos aquellos que la sabemos escuchar, es un arte inmaterial, una
preciosidad natural, un milagro que jamás puede ser percibido desde una
perspectiva materialista. Si el arte hace los versos, pero solo el
corazón es poeta, también la música debe escucharse e interiorizarse.
La
sociedad digital ha cambiado nuestra realidad, en todos los aspectos
que podamos imaginar, eso es un hecho. Existen desajustes estructurales y
también problemas por resolver, pero la posibilidad de interaccionar a
través de un ordenador, abre las puertas a otra forma de entender el
mundo. Lógico es que si podemos intercambiar canciones, lo haremos. Hace
unos años nadie se quejaba por la numerosas copias de casete que
circulaban por el mundo, pero parece que ahora existe una crisis, no en
el mundo del arte y los artistas, sino en las estructuras jerárquicas
que pretendían manipular y convertir todo lo que se pueda interiorizar
con los sentidos, en una vulgar y fraudulenta mercancía. Todo se vende,
ese es el lema de los que nunca supieron apreciar los sueños y la magia
de la música.
En conclusión, el nuevo canon que la SGAE quiere
imponer, supone un verdadero atraco a mano armada para quienes
necesitamos la música más que el oxigeno. Subir los precios de los
soportes digitales solo perjudica a todo una sociedad, no ayuda para
nada a quién compone las canciones, e impone unas reglas que favorecen
la privatización y el fin de la libertad. Quizás algunos de los
impulsores de tal ley deberían replantearse que si el mundo cambia a
ritmo galopante, ellos también deberían empezar a diseñar las nuevas
reglas. Por la dignidad, no al canon!
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