jueves, 18 de diciembre de 2008

Macarrones

Ahora recuerdo aquellas comidas familiares que hacíamos los domingos. Mi abuela preparaba una exquisita plata de macarrones gratinados. Todos los que teníamos el placer de sentarnos en la mesa aquellos días, nos deleitábamos gozando de la rica pasta con sus salsa de tomate, con su queso fundido, con su carne y con aquel toque especial que tan solo mi abuela sabía darle. La receta tradicional que, a pesar de ser siempre la misma, nos sorprendía cada domingo. La naturalidad, el buen sabor. Aquella aroma que solo entrar por la puerta de la casa de mis abuelos podíamos oler. El ambiente, el cariño, las risas, la calidez del hogar... Qué tiempos aquellos!.

El tiempo pasa y las cosas cambian. En aquellos momentos yo era incapaz de imaginar hasta qué punto echaría en falta aquellas sensaciones que los macarrones caseros me despertaban. Era una explosión de felicidad, de amor, de placer. Todos los sentidos explotaban y dejaban una enorme nube de imaginación infinita. Ayer leí que, en no se qué país asiático, habían encerrado a un hombre por negarse a comprar macarrones. No hace mucho una vecina del bloque dónde vivo, fue multada por el mero hecho de haber preparado un plato de macarrones con tomate en su casa. Antes podíamos disfrutar de un buen plato de macarrones. Con la receta tradicional, sencillos, sin colorantes. Con un paquete de pasta, un poco de tomate frito, queso rayado y algún que otro añadido, podías tener una comida excelente. La cocina casera está mal vista, condenada a la desaparición. Nadie concibe el acto de cocinarse algo para disfrute de su propio paladar.

Las leyes del mercado rigen sin temblar sobre todo lo que las sociedades inventaron. Todo lo natural se convierte en artificial. Es increíble ver como las cosas más puras, surgidas del hacer popular, integradas en la riqueza de la tradición de toda una historia, terminan convirtiéndose en productos materiales con el único objetivo de ser vendidos, comercializados, desnaturalizados o corrompidos. La estructura de poder es lo que tiene. La humanidad lo corrompe todo, cuando elimina el arte y la naturalidad, para ofrecer un producto comercial dirigido a vender y manipular a la sociedad de masas. Un error. Una lástima.

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