miércoles, 28 de enero de 2009

Divagando por un camino ausente

Sin rumbo fijo. Andando y aprendiendo de la nada, todo aquello que nadie nunca quiso enseñarme. Así lamento ahora el tiempo perdido, las horas de monotonía, los paseos nunca caminados y los viajes jamás soñados. Nada cambió. El cielo sigue siendo azul y el sol no ha dejado de salir. Sin embargo, hay algo que me intranquiliza. Así es. Mis pensamientos dan vueltas y más vueltas. Acelero la velocidad de mi mente. Miles de ideas y nuevos conceptos siguen deambulando delante mio. Centenares, quizás miles de caminos se ofrecen para llevarme. Cada uno de ellos me quiere convencer. Todos afirman ser el verdadero, el que me llevará a un espacio melódico y vital dónde la imaginación se mezcla con la realidad.

No me decido por ninguno. Admito que soy demasiado escéptico para creer y, al mismo tiempo, excesivamente frágil como para subsistir sin apoyos. Patrones de otros tiempos deambulan en el presente. La noche se asoma detrás de las montañas que, a lo lejos, me invitan a un insólito debate acerca la profundidad de mi ego.

Un recorrido quizás monótono y tópico. Escoger, decidir, permanecer o huir. Palabras que desaparecen en una nube ausente dónde ya nada tiene sentido. Divagando sin ritmo, sigo un rumbo impreciso.

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