miércoles, 22 de julio de 2009

La foto de Robert Capa

Resulta ahora que la famosa foto de la muerte de un miliciano fue un montaje. Si, hablamos de la expresiva imagen tomada por Robert Capa (seudónimo que Endre Enrö Friedmann adoptó para americanizar su nombre) oficialmente en Cerro Muriano (Córdoba), y que capta el dramatismo de aquella guerra civil que sacudió España entre el 1936 y el 1939. Se aprecia en la foto como un miliciano del bando republicano cae lentamente, se intuye que antes de morir. Según la información publicada hace unos días por El Periódico de Catalunya, la mítica fotografía fue tomada en la localidad de Espejo, a cincuenta quilómetros de la zona de combate, en unas maniobras de las milicias. La confirmación de los rumores que siempre han puesto en duda que la foto sea exactamente real, se basa en una investigación llevada a cabo por periodistas del rotativo catalán, quienes encontraron el lugar exacto dónde se tomó la fotografía. Consultando con historiadores y otros expertos, llegaron a la conclusión definitiva; la captura que el fotógrafo húngaro y su compañera de profesión, Gerda Taro, hicieron en 1936 fue un montaje con mayúsculas. Federico Borrell, nombre que se dio al miliciano supuestamente abatido en la escena, participó del montaje que Capa y Taro idearon. Curiosamente, no hace mucho que salió a la luz una noticia que afirmaba rotundamente que "La fotografía de Robert Capa fue real".

Según el documental La sombra del iceberg (pdf), rodado en 2007 por Raúl M. Riebenbauer y Hugo Doménech Fabregat, existen numerosos detalles incoherentes en la historia de la foto. El filme descubrió que el personaje que aparece en la imagen no es Borrell, quien efectivamente murió en el primer año de la guerra civil, pero no el 5 de septiembre.

Es bastante absurdo, a estas alturas, denigrar la imagen que el fotógrafo húngaro tomó en aquel septiembre del 36. Peor aún, en un momento en el que la fotografía se ha popularizado de tal manera que todo el mundo con una cámara en mano cree ser un artista, en la era de la informática y el diseño gráfico, en la que es difícil encontrar fotografías espontáneas sin retoques ni maquillajes, no tiene sentido que se juzgue una foto que dio la vuelta al mundo, dando a conocer la terrible guerra civil española. El dramatismo que se desprende del rostro del miliciano, sea cual sea su nombre, es un tesoro que nos recuerda lo que supuso aquella cruel guerra. La fotografía es una forma de comunicar sentimientos, historias, emociones retratando la intensidad del momento. Si la foto se hubiera tomado en las llanuras de Dakota del Sur, quizás si sería reprobable su falsedad. Sin embargo, Capa y Taro tomaron la imagen en la provincia de Córdoba, a escasos cincuenta quilómetros de los sangrientos combates que tiñeron de sangre gran parte del paisaje del país. Seguramente es mejor que el miliciano que muere lentamente en la acción retratada sea para siempre un personaje anónima. "La muerte de un miliciano" debe pasar a la historia como un icono, un homenaje a todos aquellos idealistas que murieron por defender la utopía de la justicia y la igualdad.

Gerda Taro con Robert Capa en París

Con la cámara en mano
Robert Capa nació en Hungría e que hizo un exhaustivo trabajo al dibujar, con su cámara fotográfica, el drama de la guerra civil española. Su pasión por retratar aquello que sucedía en el mundo, le convirtió pronto en uno de los más grandes fotoperiodistas internacionales. Su empeño por mostrar lo más cerca posible los sucesos y la guerras, hizo que muriera en 1954, víctima de una mina en Indochina cuando estaba cubriendo la guerra de Vietnam acompañando a las tropas francesas.


No obstante, cuando hablamos de Capa debemos recordar también a Gerda Taro, quien fue su pareja, sentimental y profesional, durante la guerra civil española. Taro está considerada una de las más grandes fotógrafas de todos los tiempos, aunque la guerra española le arrebató la vida demasiado pronto. Al borde del límite, en la sangrienta Batalla de Brunete, murió arrollada por un carro de combate mientras huía, con un grupo de milicianos, del avance de las tropas franquistas, y de los bombardeos de la aviación. Tenía solo 27 años, aunque la riqueza de su legado artístico la catapultó como una de las figuras históricas de la fotografía. Olvidada por algunos pero magnificada por los expertos, Gerda Taro, junto a su compañero Robert Capa, cruzaron los límites para destapar la verdad, muriendo con la cámara en mano.

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