jueves, 12 de febrero de 2009

El príncipe Enrique y los "pakis"

Según recogía la versión digital del periódico gratuito 20 minutos (12 de febrero de 2009), el príncipe Enrique de Inglaterra ha sido "castigado" a asistir a un curso sobre el racismo por haber insultado a un humorista negro, diciéndole que no hablaba ni actuaba como debería hacerlo por el color de su piel. En tal caso, uno se pregunta, realmente podemos hablar de racismo o directamente se trata de ignorancia?. No es la primera vez que al principito se le cuelan declaraciones que, desde su posición de poder, pueden escandalizar y encender la mecha de la ya de por sí quisquillosa prensa británica. El pasado mes de enero ya saltó la alarma por un vídeo grabado durante el servició militar que el príncipe prestó tres años atrás. En el documento audiovisual, el del tercer situado en la línea de sucesión al trono británico, llamaba "paki" a un compañero de academia con rasgos árabes. Dejando de lado el escándalo desarmado en el Reino Unido, podemos admitir como término racista una acotación que se refiere a un habitante o individuo nacido en un país?. Muchos somos los que utilizamos el término "pakis", cuando nos referimos a los supermercados de 24 horas regentados por paquistaníes, en su mayoría, inmigrantes.

Quizás el problema real es que no nos ponemos de acuerdo a la hora de decidir qué es el racismo. Se supone que tal ideología, por así llamarla, defiende la existencia de razas y la superioridad de unas sobre otras. En la jerga social existen infinidad de palabras que, a modo de códigos entendidos por emisor y receptor, suenan aparentemente como despectivas o racistas. Llamar a un hombre con la piel oscura, "negro", no significa necesariamente querer mostrar una superioridad o una actitud hostil. Por supuesto que según quien lo diga y en qué contexto, las lecturas podrán ser clarificadas. Sin embargo, admitamos que con tanta discusión sobre qué palabras debemos utilizar para no herir la sensibilidad de ciertos sectores, nos olvidamos de lo más importante; luchar contra el racismo de base, contra el discurso demagógico y facilón que tanto daño puede causar en tiempos de crisis.

Sin duda el caso del príncipe Enrique carece de interés real, aunque con tanta educación privilegiada y colegios de lujo, bien podría haber aprendido a hablar con más talante moderando su discurso. Probablemente el susodicho miembro de la corona británica, nunca destacó por su inteligencia, motivo por el que después de ver tantas películas americanas, considera que cualquier hombre con la piel muy oscura debería hablar y bromear como Eddy Murphy, o quizás considera que todos los que tienen rasgos de árabe, son originarios del Paquistán y llevarán turbante. Lo más seguro es que el principito no distinga entre razas. Lo que si debería preocupar es la xenofobia que está emergiendo en muchas fábricas de Inglaterra, a raíz de la contratación de personal extranjero y los despidos masivos. Distigamos y no confundamos. El miedo a perder el trabajo, el terror a todo aquello que no nos es familiar y la ignoráncia de algunos sectores sociales, son los verdaderos puntos de apoyo para aquellos que pretenden aprovechar las situaciones para hacerse con el poder.

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