martes, 24 de noviembre de 2009

Insultar es bueno para el corazón

En mis tiempos en el colegio había un profesor que siempre amenazaba, a todo aquel que se atreviera a pronunciar vocablos socialmente incorrectos, de limpiarle literalmente la boca con una pastilla de jabón para que aprendiera a ser bien hablado. La imperante tendencia actual a proferir insultos, no solo en las aulas del estado español sino también en ámbitos dónde se presupone que los individuos son adultos, preocupa a ciertas esferas sociales, aunque escasamente. El pasado mes de septiembre el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya revocó una sentencia previa que consideraba procedente el despido de un hombre que llamó a su jefe "hijo de puta", dando la razón al empleado y obligando la empresa a readmitirlo. Dicha sentencia sentó una base legal que nos permite insultar a nuestro jefe sin problema alguno, o por lo menos sin que tengamos que lamentarlo más tarde. Dicho sea que fomenta que los empleados insulten a su jefe, metiéndose con la buena señora que le trajo al mundo y porque no decirlo, alienta la violencia verbal entre individuos.

Un estudio asegura ahora que soltar la ira en el lugar de trabajo puede disminuir el riesgo a sufrir un infarto. Curiosas conclusiones la de estos científicos suecos que han realizado el estudio, publicado en el Journal of Epidemiology and Community Health. Y es que resulta que quienes se comen los marrones del trabajo sin abrir boca y permitiendo que el jefe les pise repetidamente tienen el doble de posibilidades de sufrir un ataque al corazón o de otra enfermedad coronaria que los que se plantan. No es por dudar del rigor de este estudio, ni mucho menos, pero es bastante obvio que guardar las penas y las rabias sin expresarse ni canalizar los sentimientos negativos, sufren más ansiedad y pueden padecer trastornos en su forma de ser. Vamos, es lo que siempre nos dicen cuando estamos tristes: "Llora todo lo que debas! Deja que tu tristeza salga!". Exteriorizar las emociones, tanto positivas como negativas, es imprescindible o para que un individuo consiga tener estabilidad y distinguir racionalmente aquello que sus sentidos perciben. Dejar que la ira salga de la mente, mediante un abanico de miles de posibilidades, debería estar contemplado por el gobierno.

Volviendo al fenómeno que nos ocupa. La complejidad de la sinrazón humana es quizás un autentico enigma de difícil entender. Sin embargo, siendo razonables, insultar al jefe solo empeora el ambiente en el lugar de trabajo. Hablamos de paz cuando en realidad vivimos en una sociedad demasiado violenta. Si el jefe es un "mamonazo" que se dedica a incordiar al empleado es quizás porque exterioriza sus fracasos emocionales no resueltos. No hablamos en términos de psicología, sino que simplemente observamos uno de esos fenómenos que se asemejan al pez que se muerde la cola. El estrés, la falta de comunicación entre las comunidades, la desconfianza, la destrucción de lo que antiguamente eran mecanismos que ayudaban a mantener un cierto equilibrio, a pesar de que no en todos los ámbitos, se han visto aumentados por el ritmo de vida actual. Las instituciones socializadoras se han visto alteradas por una revolución tecnológica y culturar que se desintegra en miles de partículas que somos incapaces de asimilar. No hay que demonizar el progreso, pero si tener en cuenta que este se ha acelerado tanto que no nos permite disfrutar del trayecto. La calidez del barrio, el respeto hacia los demás o la virtud de valorar la riqueza de las relaciones con nuestros iguales es algo que se ha ido desintegrando en los últimos años.

Lógicamente el mundo de paz y amor que Gandhi planteó en su momento es algo impensable, dada la natural evolución de la humanidad. Sin embargo, en vez de permitir que un empleado insulte a su jefe (o que un jefe abuse de su poder para descargar su ira contra el personal) las instituciones deberían hacer hincapié en el porqué se producen estas situaciones. Si bien es cierto que en algunas ocasiones cualquiera puede cruzar el límite y dejarse llevar por ciertas situaciones que se producen en la vida, es digno quien fuera de este momento sabe sacarle hierro al asunto. Sea como sea, el que sepa relativizar los conflictos y lucha por canalizar sus frustraciones (ya sea a través del deporte, la música o la literatura) es posible que consiga, sino vivir más años, tener una existencia agradable y provechosa. Que la vida son cuatro días y la mitad los pasamos durmiendo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario