martes, 30 de junio de 2009

Michael Jackson: la estrella se apagó

Entendemos por mito aquella persona a la que le rodea una extraordinaria estima, una magia, una invisible aureola que le otorga poderes casi divinos. El mundo de la música está lleno de mitos, de grandes cantantes y/o compositores que murieron antes de tiempo, de excelentes artistas que dieron tanto que se quedaron sin energía para sobrevivir en una industria que, a pesar de su palabrería y sus lavados de imagen, se olvida pronto del ser humano que está detrás de una canción, de una película, de un cuadro o de cualquier expresión artística. Michael Jackson dejó este mundo el pasado 25 de junio de 2009, a tan solo dos meses de cumplir los 51 años. En realidad se puede decir que hacía mucho tiempo que la estrella del pop dejó de vivir. Su existencia en los últimos años tenía grandes similitudes con al papel que interpretó en el videoclip de Thriller. Una especie de zombie. Un ser agobiado por las deudas y al que, aunque ahora todo el mundo se llene la boca con buenas palabras y muestras de admiración, muchos habían olvidado.

La maquinaria mediática no nos defraudó. Tan solo unas horas después de su muerte, todos los medios de comunicación nos bombardeó con toda clase de debates, reportajes y rumores acerca de la vida del artista. Una existencia llena de altos y bajos que se vio truncada pronto, aunque no debería sorprendernos, puesto que la mayor parte de grandes estrellas de la música terminaron así. Es posible que el éxito emborrache y trastorne al individuo. Es seguro que cuando alguien llega a tocar el cielo, como hizo Jackson, aparecen numerosos carroñeros para sacar el máximo provecho económico. Discográficas, mánagers, productores, fans extremadamente desquiciados o falsos amigos se nutren de los grandes artistas. Es cierto que el mundo está lleno de problemas, que hay grandes hombres y mujeres que mueren luchando, que algunos hicieron mucho por el mundo sin hacer ruído ni ser mundialmente conocidos, pero también es verdad que la humanidad vive gracias a la música, la cual nos permite no caer en los oscuros mares de la depresión existencial.

Todos necesitamos creer en algo, y la gran industria musical sabe como vender a un artista hasta convertirlo en un dios. Michael era un humano más. Eso si, su bondad e inocencia como persona, visible a pesar de las insistentes campañas de marketing, junto a sus excelentes virtudes como bailarín, cantante y músico, le alzaron hasta el olimpo de los dioses. Fue víctima de este éxito cruel que destruye a la persona, al individuo que hay dentro de cada artista. Jimmy Hendrix, Elvis Presley, Janis Joplin, Buddy Holly, Ian Curtis o Jim Morrison fueron algunas de esas estrellas que estrellas que cayeron demasiado pronto. El caso de Jackson tiene ciertas similitudes, a la vez que grandes diferencias. Si muchos de esos grandes artistas cayeron después de sumergirse en un universo de sustancias psicotrópicas, con las que algunos afirmaban que conseguían la inspiración para componer, aunque en verdad les fueron destruyendo hasta que murieron, Michael Jackson tuvo la mala fortuna de ser, demasiado pronto, uno de esos niños prodigio. Empezó a los cinco años con el grupo familiar, The Jackson Five. Pronto se erigieron como la gran baza de Motown, la venerada discográfica de Detroit que tanto hizo para popularizar la música negra en el mundo. El éxito de la formación hizo que sus componentes empezaran a conocer los placeres y las pesadillas que conlleva estar tan arriba. Michael apenas pudo vivir la infancia que cualquier niño desea y necesita. El padre de la familia, Joseph Jackson, se encargó de mantener la fuente de su fortuna a base de una disciplina de hierro que, como es de suponer, no tenía en cuenta que los integrantes del grupo eran sus propios hijos.

Más tarde vino la edad de oro para Michael Jackson. Su carrera en solitario deslumbró a medio mundo y generó una fiel legión de fans y seguidores. Sus discos se vendieron tanto que consiguieron superar todos los records establecidos previamente. Sus conciertos apoteósicos, sus bailes genuinos y su discurso solidario en favor de los niños más necesitados, la lucha contra la pobreza y la preservación del medio ambiente hizo que se ganara millones de corazones en todo el mundo. Es cierto que muchos pueden criticarle de ser el típico rico que juega a ser solidario, sin embargo en Michael Jackson la realidad era distinta. Su infancia robada y el éxito abrumador que tan pronto tuvo que asumir, hicieron de Jackson un perpetuo Peter Pan. Y como todos los niños harían, Jackson combinó acciones muy acertadas con excentricidades que le perjudicaron seriamente. Tristemente, su entorno no quiso, o no pudo, aconsejarle correctamente. Algunos le rieron las gracias como si de un niño mimado se tratase. Mientras el niño siga fabricando dinero y generando riquezas, ¿para que mover un dedo?

El fin de la estrella llegó como estaba previsto. Murió solo, triste, enfermo y con una agenda de cincuenta conciertos que de bien seguro, jamás hubiera podido dar. Por suerte no tuvo que volver a los escenarios. Milagrosamente no tuvo que pasear la más que probable decadencia con la que habría asumido dichos directos. Tristeza porque se fue una leyenda, digan lo que digan los puristas retorcidos, y alegría porque por fin descansará en paz. Quizás en el olimpo de la música, Michael Jackson encontrará aquello que nunca pudo tener en vida: tranquilidad feliz.

1 comentario:

  1. Por suerte, lo bueno se hace notar y por muchas malas lenguas que intenten eclipsar su mérito, la obra maestra que ha dejado como legado nunca se apagará. Supongo que esa debe de ser una razón más para que, esté donde esté, se sienta feliz.

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