sábado, 19 de diciembre de 2009

La gran farsa de Copenhague (2)

La cumbre ha fracasado. Organizaciones no gubernamentales, activistas ecologistas y científicos avalan esta conclusión entorno al escaso interés mostrado por parte de los delegados para reducir los nefastos efectos que la sociedad moderna deja en el mundo. Hablando claro, el cambio climático puede seguir erigiéndose como una realidad cada vez más palpable, mientras la mayor parte de líderes políticos disfrutan jugando al golf y fumando sus puros. Como ya expuse en la primera entrada acerca de esta cumbre, los resultados de esta reunión son solo promesas que se difuminan en medio de este oscuro y maloliente aire que se inspira en las grandes ciudades del planeta. El sistema actual en el que la sociedad mundial se sostiene, impide que muchas de las directrices marcadas por los ecologistas y científicos puedan ser una realidad. Es curioso que se considere que un país está en vías de «desarrollo» cuando las chimeneas empiezan a dominar el paisaje de sus ciudades y los obreros pueden ser explotados «legalmente». Ante semejante definición uno comprende que es imposible parar el cambio climático. La utopía de las utopías.

En declaraciones recogidas por el diario Público en Copenhague, el delegado de Ecologistas en Acción, Pablo Cotarelo, afirmó que «las negociaciones han sido decepcionantes, han dejado de lado a la mayor parte de los países», lo que, según él, significa «un acuerdo en falso que sólo servirá para lavar la cara de los países industrializados y quedar bien ante la opinión pública, pero que no conseguirá nada», añade. Por su parte, la organización WWF afirma en su página web que «el texto final es tan débil, incompleto y confuso que no previene de las peligrosas consecuencias de esta amenaza para el Planeta». Y es que el hecho de que el tratado final sea «no vinculante» demuestra que la farsa ha sido de lo más hipócrita.

Promesas insuficientes
Los científicos han alertado que la reducción de gases debería ser un 30% más de lo que se ha propuesto en el acuerdo del final de la cumbre. Si nos atendemos a que las promesas apenas se cumplen, la situación es muy preocupante. Pero no solo las emisiones están terminando con el sistema natural del planeta, cabe recordar que las agresiones a los ecosistemas, tanto marítimo como terrestre, están planteando cambios que rompen su curso natural. No hace mucho nos enteramos de que los osos polares empezaban a practicar el canibalismo. El hielo se derrite y provoca cambios irreversibles entre la fauna que habita los océanos. Asimismo, la pesca incontrolada en muchos puntos del planeta, la cruel matanza de animales como focas o leones marines o la devastación de los bosques está afectando, y mucho, el ya castigado ecosistema del planeta tierra. No podemos olvidar tampoco que a las alteraciones provocadas en el planeta se deben, en buena medida, muchas de las catástrofes que en la última década han matado a miles de personas. La agresividad del huracán Katrina o del mismísimo Tsunami beben directamente de las alteraciones en el sistema natural. La desertificación repercute en que muchos pueblos se queden sin comida y el deshielo puede hacer que muchas ciudades del planeta terminen bajo el agua. Si el cambio climático no es preocupante, que se celebre la próxima cumbre un poblado de Rwanda o en uno de los pocos icebergs que quedan enteros en el Polo Norte.

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