jueves, 17 de diciembre de 2009

Eufemismo "a la italiana"

La violencia es verdaderamente repugnante. Es capaz de convertir al más violento en un beato santificado, de ocultar las injusticias y de aumentar la censura de la libertad de expresión. Silvio Berlusconi fue atacado el pasado domingo, según las fuentes oficiales, por un "perturbado". Es evidente que ver la deplorable imagen de "Il Cavaliere" con el rostro ensangrentado nos impactó e irremediablemente, nos hizo surgir un pequeño sentimiento de pena. Alabar este tipo de agresiones no es propio de una sociedad democrática pero, al igual que muchos, a mi también se me pasó por la cabeza la idea de "se lo merece". Y siendo coherentes, quizás Berlusconi no merecía que le rompieran la boca con una reproducción en miniatura del Duomo, pero si merece ser castigado por la larga lista de delitos cometidos en sus mandatos. La coacción, la represión, el despotismo o la manipulación de los medios de comunicación, censurando a todo aquel quien se atreva a ser crítico con las políticas de su gobierno, constituyen sin duda, junto a la más que probada corrupción, motivos suficientes como para que alguien sea destituido del poder para ser juzgado y condenado.

Europa ha superado, afortunadamente, la aplicación de la Ley del Talión basada en el ojo por ojo, por lo que la violencia no justifica más violencia. A pesar de esto, no se puede obviar que Berlusconi es un ser violento. Sus bromas machistas, su actitud totalitaria, su falta de respeto a los inmigrantes o sus políticas que dejan en la pobreza más extrema a millones de personas constituyen una amenaza para la paz en el país. Curiosamente, parece que pocos se atreven a hablar con claridad. Ahora parece que los políticos de todo el mundo prefieren seguir haciendo la vista gorda y, al mismo tiempo, apoyar al primer ministro italiano en unos momentos tan duros. Él mismo se vanagloria de ser un beato "lleno de amor" perseguido por un "clima de odio". En este grupo de "violentos" están los jueces, los periodistas incómodos, los líderes ecologistas, los movimientos de izquierdas y, como no, los temibles comunistas.

Estoy seguro de que son muchos los que sintieron algo parecido a lo que yo cuando vieron las imágenes de la agresión, sin embargo prefieren contribuir a convertir Berlusconi en una víctima de la crispación que vive el país, ironías de la vida, que el mismo ha fabricado. Al fin y al cabo, parece ser que el suceso le ha venido bien a Berlusconi. Ahora tiene más poder para tapar la boca de todos aquellos que se atrevan a criticarle aunque, eso si, cambiando el verbo "censurar" por "apaciguar".

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