martes, 25 de noviembre de 2008

Perfumar el pasado

No hace muchos días que leí que las autoridades municipales de la ciudad india de Bombay han decidido neutralizar con perfume, la pestilencia que se desprende de sus dos vertederos, dónde cada día se abocan los miles de desechos que se generan en una de las urbes más pobladas de todo el planeta, con cerca de 18 millones de habitantes. La medida no debe sorprendernos demasiado, y es que la humanidad ha tendido desde siempre a tapar aquellas cosas que son molestas con "parches" o "chapuzas" que, lejos de arreglar la raíz del problema, solo convierten en invisible aquello que no nos apetece percibir. El resultado final es obvio. Nadie se acuerda del asunto hasta que este, que consigue pasar desapercibido por un tiempo, alcanza unas dimensiones alarmantes y de difícil resolución.

Al igual que los responsables municipales de Bombay, la Iglesia católica ha pedido ahora que la sociedad se olvide de las injustícias, asesinatos y aberraciones que se cometieron durante la guerra civil. La Conferencia Episcopal española, liderada por el incombustible Antonio María Rouco Varela, ha pedido ahora a la sociedad «el olvido» de todos los crímenes cometidos en una de las etapas más oscuras de la historia de España. Quizás es que los dirigentes eclesiásticos pretenden ahora perfumar su implicación directa en aquel golpe de estado que supuso el fin de una república democrática, puede que los obispos pretendan limpiar con colonia sus manos manchadas de la sangre de miles de personas que fueron fusiladas por el simple hecho de defender los valores de la paz, la libertad, la tolerancia y la igualdad, que son además la base real de la religión cristiana.

Hay que reconocer, y cualquier individuo que posea cierta cordura lo hará, que hubo injusticias en ambos lados de la guerra civil. Sin embargo los vencidos siempre son los que más castigo sufren, y con aproximadamente cuarenta años de dictadura franquista, tiempo tuvieron los vencedores de «limpiar» a sangre fría todo lo que para ellos suponía un peligro. Los obispos, como es tradición, ejercen ahora su doble juego moral. Por un lado piden que la sociedad se olvide de la memoria historica, y por el otro siguen con sus procesos de beatificación y santificación de los mártires del bando nacional. Deberían reflexionar las autoridades católicas y, antes de pensar el olvido, aceptar su culpa y reparar, en la medida de lo posible, los daños perpetrados en el pasado. Está claro que es preferible darse una buena ducha con jabón antes de impregnar todo el cuerpo de desodorante.

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