miércoles, 8 de abril de 2009

Todo sea por tener sexo

Los roles sociales que la sociedad occidental ha ido adoptando a lo largo de la historia no son quizás tan originales como pensamos. Cuando un macho soltero (por regla general) acude a uno de esos locales de ocio nocturnos en los que nunca hay lugar para las improvisaciones, tiene un objetivo muy claro: seducir alguna que otra hembra para obtener sexo. Los métodos son muchos y variopintos. Depende siempre del perfil del individuo en cuestión y de sus dotes para saber entrar a las féminas (bien arregladas para que los cazadores las puedan divisar). Los hay que, sin ninguna clase de vergüenza, se lanzan sobre el primer grupo de chicas para entablar el clásico cuestionario del rollo "¿estudias o trabajas?". En otras ocasiones el macho sorprende a la chica con alguna que otra ingeniosa frase, la aborrece con toda clase de piropos de lo más cursi y patético, la hace reír con una perpetua mirada en plan seductor de Hollywood o lo más habitual, la invita a unos cuantos cubatas. Este último método, desaconsejado por todos los expertos en la ardua tarea de conquistar hembras, puede tener tres objetivos. Por un lado, a menudo lo que el macho pretende es impresionar a la víctima alardeando de tener los bolsillos llenos de dinero. La segunda posibilidad es que el interesado pretenda hacerse el simpático y así alumbrar con su generosidad a la hembra, la cual acostumbra por aprovecharse y huir justo después de tomar la copa. Finalmente, hay matadores que lo que aspiran es a deshacerse de las amigas de la víctima y conseguir que ésta beba los suficiente como para perder el control y caer en sus redes. Por lo general suponemos que la táctica funciona aunque socialmente no sea muy honesta. Además uno se arriesga a que la hembra termine demasiado mal y eso sin contar con que se corta toda posibilidad de conseguir sexo estable más allá de la noche.

Dicho esto, sorprende que los chimpancés hayan desarrollado trucos similares aunque más efectivos. Según un estudio desarrollado en una reserva de Costa de Marfil, por parte de los expertos del Instituto Max Planck para Antropología Evolutiva, y que ha sido publicado en la peculiar revista científica digital PLos One, los simios desarrollan estrategias a largo plazo en las que ellos comparten la comida con la hembra y esta les ofrece sexo. El estudio concluye que los machos que comparten su carne con las hembras obtienen el doble de copulaciones que los demás. Dicho y hecho, en la sofisticada sociedad humana los machos que pagan cubatas sin rechistar terminan siendo víctimas del sistema ya que a menudo las hembras no corresponden al gesto. Será que la inteligencia humana sirve para aprender a sacar provecho de los demás según convenga, o bien para ser tan estúpidos como para pensar que la hembra recompensará al bueno del macho con una noche de sexo y desmadre simplemente por un par de cubatas. Menuda lata!

1 comentario:

  1. Hombre, por lo menos que sea Champagne de lo bueno o un Vega Sicília, vamos!

    De lo contrário...

    Saludos.

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