viernes, 13 de marzo de 2009

Jack Sparrow no robó espectadores al cine

Todos recordamos a Johnny Deep interpretando al pícaro capitán Jack Sparrow en las películas de Piratas del Caribe. Se trata de un pirata que, a pesar de robar y aprovecharse de todo el mundo con esa premisa de "arrasa con lo que veas, y generoso no seas", tiene gran corazón. Uno de esos personajes de la ficción que nos enseña tal y como es la humanidad, egoísta por fuera y generosa por dentro. El pirata Sparrow brilla más por sus buenas acciones que no por sus fechorías. La cuestión es que más allá de los seductores mares del Caribe y sus leyendas populares, hoy en día el término pirata está en boca de todos los medios de comunicación por dos motivos distintos: por un lado, hablamos de los malvados ladrones somalíes que secuestran mercantes en las orillas africanas. Por el otro, se demoniza con este término a los internautas que difunden y comparten archivos con copyright en el gran océano que es la red. Decir que los primeros son piratas del siglo XXI tiene su sentido, referirse a los segundos con este término es un insulto sin justificación.

A lo largo de esta semana muchos han sido los medios que han hecho hincapié en lo mal que pinta el panorama en las salas de cine españolas. Hoy mismo la edición digital de El Periódico de Catalunya titulaba en su sección de Cultura y Espectáculos: La piratería robó nueve millones de espectadores a las salas en 2008. El artículo firmado por Olga Pereda culpa a las más de 350 millones de películas descargadas en Internet durante el 2008 del notorio descenso en el número de espectadores en las salas de proyección. Es obvio que la objetividad en el periodismo es más que imposible, y no voy a juzgar a la periodista en cuestión. Sin embargo es muy penoso ver como los dictámenes de la SGAE y sus secuaces siguen intentando manipular a la opinión pública incidiendo en causas secundarias más que en el problema de raíz: el precio de una entrada en el cine, en las grandes ciudades sobretodo, es abismalmente abusivo. No estoy diciendo nada nuevo, pero es de extrañar que muchos medios sigan las corrientes que se imponen. No discuto que las nuevas tecnologías hayan podido influir pero hay que ser conscientes de la nueva realidad. De ver una película de cualquier manera en la pantalla del portátil a disfrutar de una noche en una sala de cine con toda su salsa hay una distancia enorme. De no gastar ni un céntimo a pagar 7'80 para ver una película de aquellas en las que no buscas nada más que desconectar de los problemas que acechan sin parar, hay un universo de por medio.

Antes era posible acudir a una sala de proyección para ver lo primero que echaran. Era una experiencia y a veces el filme era un fiasco, a veces salías impactado. Sin embargo no suponía un riesgo, sino una aventura. Con los precios abusivos de las salas, uno procura elegir arduamente aquella película por la que pagará un dinero equivalente a la comida de dos días, por ejemplo.

Los piratas están en Somalia no la transferencia de archivos. Quizás el top manta tendría más derecho a quejarse, puesto que la popularización de la banda ancha en los hogares españoles, perjudica como a nadie a los que no tienen otra forma para subsistir. Son tiempos difíciles y punto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario